El siglo XIX en México marcó una transformación cultural y política tras la independencia, donde se implementaron las leyes de reforma que promovían la separación iglesia-estado y la igualdad ante la ley. Porfirio Díaz estableció una dictadura que, a pesar de los avances en industria y comercio, perpetuó el feudalismo y la asociación con el capitalismo anglosajón. La Revolución Mexicana de 1910 buscó cambiar esta dirección, promoviendo una nueva identidad cultural y social que se reflejó también en la arquitectura, con un florecimiento del neoclásico y el eclecticismo.