El siglo XVIII fue testigo de la crisis del Antiguo Régimen, caracterizada por la transformación económica, el auge de la burguesía y el rechazo a la monarquía absoluta en favor de ideales ilustrados y sistemas parlamentarios. La Revolución Americana y el desarrollo de la Ilustración impulsaron un cambio hacia nuevas formas de gobierno que promovían la separación de poderes y la igualdad civil. Además, la monarquía borbónica en España implementó reformas administrativas y territoriales en respuesta a esta nueva realidad política y social.