El arte gótico en Europa, que se desarrolla entre los siglos XII y XV, refleja una evolución en el pensamiento teológico y una transformación social hacia un arte más naturalista y centrado en la espiritualidad. La arquitectura gótica se caracteriza por su verticalidad, el uso de arcos apuntados, bóvedas ojivales y el predominio de vidrieras, que iluminan los interiores de las catedrales. Aunque su manifestación varía en países como Francia, Alemania, Inglaterra e Italia, el gótico dejó una huella perdurable en la escultura y la pintura, enfatizando la expresión y el naturalismo.