El arte pop surge como una respuesta a la cultura de masas, utilizando técnicas del diseño industrial y los medios de comunicación, y redefiniendo la jerarquía entre arte y consumo en el contexto de la sociedad de consumo. A finales del siglo XX, los movimientos feministas y la revolución electrónica impulsan una nueva sensibilidad artística que pone en cuestión los estereotipos tradicionales y fomenta la integración del arte con la tecnología digital, transformando el status y la percepción de la imagen. Esta convergencia tecnológica abre vías para la interacción creativa entre el artista y el público, redefiniendo el proceso creativo y la experiencia estética contemporánea.