La revolución industrial se inició en Inglaterra entre 1760 y 1820, impulsada por la mecanización de la industria textil y la expansión de la siderurgia y el carbón. Esto permitió el desarrollo de los ferrocarriles y barcos de vapor. La introducción de máquinas provocó una absorción de mano de obra rural que dio origen al proletariado. Además, la revolución industrial impulsó el colonialismo de las potencias europeas en África, Asia y Oceanía para extraer materias primas.